La base industrial tiene que ser un estímulo fértil para la artesanía
La desaparición entre las estructuras gremiales que amparaban y garantizaban los oficios tradicionales ha desaparecido y con ello, se ha perdido el vínculo entre artesanía y edificación, llegando finalmente a un desencuentro entre fabricación y manufacturación.
La producción industrial se ha impuesto y rara vez los artesanos tradicionales han sabido evolucionar hacia nuevas maneras de producir competitivas, por otro lado el lenguaje de la arquitectura moderna se ha vuelto mecanicista y la artesanía se ha asociado a lo superfluo y puramente decorativo.
En realidad, desde mi punto de vista, la artesanía no es tanto un objeto, como un modo de producir circular, capaz de manejar la imprecisión y rectificar sobre su propio resultado, frente a la producción industrial, lineal, que tiende a la perfección, no a lo diverso, porque trabaja por hacer cada vez mejor lo que ya produce.
Es necesario incorporar en los procesos constructivos nuevos requerimientos (energía, salud, localidad, etc.) que vayan por encima de la mera eficacia y evolucionar hacia modos más avanzados de fabricación (industria 4.0), que incorporen la visión artesanal. Estamos quizás ante un momento de reconciliación entre industria y artesanía.
Nuestra construcción se encuentra en un punto de inflexión, estamos en un momento en donde sus materiales son plenamente industriales, y la puesta en obra es aún artesanal…pero sin artesanos. Toca ahora ir hacia adelante, no hacia atrás y evolucionar hacia una plena industrialización, basada en sistemas de componentes ensamblados; esa base industrial ha de ser un fértil estímulo para la artesanía.
Felipe Pich-Aguilera, arquitecto. Octubre 2020
(Reflexión a raíz de una consulta de la Revista Arquitectura y Diseño con el artículo de David Quesada ”Arquitectura con oficio” y la lectura recomendada “El artesano” de Richard Sennett_Editorial Anagrama)