Parece un buen momento para hablar de salud, o de salubridad (tal como se menciona en nuestro Código Técnico de la Edificación – CTE/DB/HS) o de calidad del aire.
Existe un conocimiento cada vez más a fondo entorno a la salud y un interés por saber de qué forma nuestros edificios preservan este aspecto. Actualmente conocemos con bastante precisión los contaminantes químicos que afectan a la calidad del aire y sus límites admisibles. Hemos avanzado mucho en CO2, pero existen otros muchos contaminantes que vamos descubriendo y afrontando en nuestros proyectos de arquitectura (formaldehido, benceno, naftaleno, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno,..).
En este sentido la Directiva Europea 2013/59/EURATOM ha exigido una legislación específica de control de niveles de referencia para las concentraciones de gas radón. España, a través de su Código Técnico, ha hecho sus deberes y ya ha integrado en su Documentos Básico de Salubridad el mapa de municipios para la “Proteccion frente a la exposición al radón”, así como los límites de concentración admisibles en los espacios interiores.