La pandemia ha provocado la generalización de un modelo de espacios de trabajo que ya se estaba consolidando, pero que ahora lo está haciendo a una velocidad infinitamente superior.
Los años anteriores a 2020 muchas de las empresas que se querían implantar nuevos edificios, especialmente las compañías tecnológicas y multinacionales, ya tenían como prerrequisito que el edificio fuera sostenible, ya pedían espacios colaborativos, ya querían espacios saludables, con espacios exteriores, luz natural, espacios flexibles, eficientes, digitalizados y con capacidad de crear comunidad, atraer y retener el talento.
El pliego del concurso para el nuevo Instituto de Investigación de San Pau, de 2011, ya era en buena parte ejemplo de ello. Y unos años más tarde, las empresas que recibíamos interesadas en implantarse en edificios del 22@ tenían los mismos tipo de intereses.
Hoy en día ser dueño de un edificio de oficinas sin estos parámetros tiene un riesgo inversor tan evidente como ser propietario de un coche diesel algo antiguo. La suerte es que es más sencillo incorporar dinámicas de este modelo de espacios de trabajo en los edificios que no cambiar los motores de los coches existentes.
Hay y habrá cada vez más una demanda de espacios donde trabajar sea una experiencia que haga empresa, donde se incentiven las dinámicas de grupo, que generen espíritu corporativo. Edificios que acerquen la empresa en el territorio, que faciliten la captación de talento y mejoren la movilidad de los trabajadores. Que ofrezcan una experiencia, un servicio y no simplemente un hardware.
Todos hemos descubierto que se puede ser eficiente trabajando desde casa para hacer algunas de las tareas habituales, pero también tenemos ganas de volver a vernos más a menudo. Y no hacerlo en escenarios como los de la película The Apartment, de Billy Wilder, sino en espacios más parecidos a un hotel o un centro comercial que a un call center.
Es en esta línea que estamos trabajando en la ampliación del Delta Business Center en Viladecans, o en la reforma del edificio de Meridiana 38, en el 22@ de Barcelona.
Edificios donde será posible trabajar diferente, trabajar mejor, gracias a una demanda muy concreta de las empresas: luz natural, aire, flexibilidad, espacios exteriores, puntos de encuentro, eficiencia, naturaleza, confort, salud… Es decir, una demanda de arquitectura, que consiste básicamente en utilizar el conocimiento y la tecnología existentes en cada momento para conseguir unos espacios llenos de vida.
La gran transformación de la arquitectura moderna del siglo XX se impulsó después de la pandemia mundial de 1920.
¡Seguimos!
Jordi París, arquitecto socio, Picharchitects/Pich-Aguilera